Entre 1634 y 1637, en Holanda, se pusieron de moda los tulipanes. Poca gente no podía permitirse el lujo de comprarlos y su precio se disparó hasta límites insospechados. Una vez alcanzado el límite su cotización se hundió y las personas que se habían endeudado para poder hacerse con esa flor se arruinaron. Esta fue la primera crisis financiera de la historia. A los tulipanes les siguieron las primeras compañías con acciones en el siglo XVIII o las empresas ferroviarias en el siglo XIX.
En el siglo XX se desató el pánico bancario, el Crack del 29, la Gran Depresión, el Crash de 1987 y la crisis asiática de 1997.
Para dar la bienvenida al siglo XXI estalló la burbuja mobiliaria. Ésta última tiene su origen en los títulos emitidos con el respaldo de hipotecas de alto riesgo. Estos productos se insertaron en el mercado de titulación de activos, las carteras de los bancos de inversión las adquirieron y así comenzó el repunte de las hipotecas basura. El secreto consistió en mezclar esos títulos de peor calidad con otros más seguros, para facilitar la venta.
Este castillo de excesos comenzó a derruirse cuando crecieron los impagos entre las hipotecas de alto riesgo y la desconfianza no tardó en aparecer. Se contagió el riesgo a las bolsas y a las economías internacionales.
En el siglo XX se desató el pánico bancario, el Crack del 29, la Gran Depresión, el Crash de 1987 y la crisis asiática de 1997.
Para dar la bienvenida al siglo XXI estalló la burbuja mobiliaria. Ésta última tiene su origen en los títulos emitidos con el respaldo de hipotecas de alto riesgo. Estos productos se insertaron en el mercado de titulación de activos, las carteras de los bancos de inversión las adquirieron y así comenzó el repunte de las hipotecas basura. El secreto consistió en mezclar esos títulos de peor calidad con otros más seguros, para facilitar la venta.
Este castillo de excesos comenzó a derruirse cuando crecieron los impagos entre las hipotecas de alto riesgo y la desconfianza no tardó en aparecer. Se contagió el riesgo a las bolsas y a las economías internacionales.
Marina González Moreno
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