domingo, 8 de abril de 2012

De nuestras aventuras por la ciudad morisca

Aprovechando las vacaciones de Semana Santa, tan lejos del colegio, he querido aprovechar la ocasión para ver con un poco de perspectiva alguna de las actividades de nuestro mayor. 


Y es que ya tocaba hablar de aquel intenso fin de semana que compartimos, como colegio, los que tuvimos la suerte de poder participar en el viaje a Granada que organizó la comisión de actividades culturales de nuestra institución.



Como breve impresión ¿Qué fue Granada?, viajes interminables en un bus que bien pudiera haber sido una discoteca, largas caminatas por cuestas imposibles (maletas incluidas), una impecable comparativa de precios de mochilas de cuero en el zoco granadino por casi la totalidad de los colegiales... y ¡ah! se me olvidaba, una gallega que parecía haber visitado todos los rincones del mundo y que sabía muy bien cómo vender un Mojito para unos, y unas vistas espectaculares en el desayuno en un barrio chungo para otros. Esos queridos albergues que tan bien nos acogieron... Bromas aparte, Granada fue mucho más que eso y es que en todo momento siempre nos acompañó el carácter de nuestro colegio, eso que nos hace ser los juerguistas incondicionales del Teresa.

Granada fue un gran destino. Culturalmente nos ofreció la Catedral, la Puerta Elvira, sus miradores con sus increíbles vistas y, cómo no, un espléndido atardecer en la Alhambra: La Alcazaba, los Palacios Nazaríes, el Generalife y sus cuidados jardines... Un monumento que merece la pena visitar. Y es que explorando el pequeño mundo que encierra, entre sus amplias salas que exhalan en cada rincón suspiros de una cultura que nos envuelve, no pude evitar recordar una reflexión de Ángel Ganivet, precursor de los Regeneracionistas, describiendo estos momentos: “[...] todavía hay quien al visitar la Alhambra cree sentir los halagos y arrullos de la sensualidad y no siente la profunda tristeza que emana de un palacio desierto, abandonado de sus moradores, aprisionado en los hilos impalpables que teje el espíritu de la destrucción, esa araña invisible cuyas patas son sueños”. Algo despierta dentro de mí cuando revivo esa sensación en las yemas de los dedos que fue palpar los muros que grabaron la historia de las últimas resistencias en la península de un pueblo que tanto nos aportó.

Sobre los pasos previos; Decidirnos por una ciudad, buscar fechas, albergues donde hospedarnos a todos, recaudar el dinero necesario... fueron tareas que solo los coordinadores de la comisión podrían explicar lo pesadas que pudieron resultar. Creo que se merecen un especial agradecimiento por su labor ya que se trataba probablemente de los días más concurridos del año en esta ciudad y no fueron pocos los contratiempos que mejor o peor se solventaron por el camino y a los que solo ellos tuvieron que responder.

Para algunos, que nunca habíamos visitado esta ciudad, quedaran estos días grabados a fuego en nuestra memoria por la oportunidad que supuso conocer una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad, Granada el reflejo latente de nuestras raíces árabes.

Ángel Villalobos.