¿ENERGÍA NUCLEAR?
Desde que en 1930 Enrico Fermi y sus colaboradores descubrieran la fisión del núcleo atómico no se ha parado de estudiar este fenómeno que cambió el rumbo de la historia.
Quizás no se supo la magnitud de dicho descubrimiento hasta que en 1945 al terminar la Segunda Guerra Mundial el ejército estadounidense arrasase las ciudades de Hiroshima y Nagasaki con dos bombas nucleares cuyos efectos todavía hoy perduran.
Las bombas contenían uranio y plutonio, elementos químicos muy pesados y por lo tanto idóneos para la fisión del núcleo. Esto ocurre porque se produce en el interior una reacción en cadena en la que el núcleo pesado se divide en dos o más núcleos pequeños, liberando una gran cantidad de energía y calor. Es decir, que al bombardear el núcleo de un átomo, este se divide en partes más pequeñas, que a su vez vuelven a chocar entre ellas dividiéndose en más partes…y convirtiéndose en una fuerza imparable y devastadora.
Este es, a grandes rasgos el mecanismo de las centrales nucleares existentes en el mundo hoy en día.
Si bien su utilización obviamente, tiene fines pacíficos y ayuda a suplir la escasez de combustibles fósiles que nosotros y nuestra forma de vida estamos agotando, es tal la fuerza que se desata sin control que accidentes como los de Chernóbil y ahora Fukushima hacen que nos replanteemos si vale la pena su uso.
En las centrales las reacciones se provocan dentro del reactor con un dispositivo de seguridad aparentemente infranqueable. Barreras de aluminio, hormigón y otros materiales hacen que las radiaciones y la fuerza se contengan y luego se transforme en energía que se suministra para su consumo.
¿Sucia, cara y peligrosa o segura, limpia y barata? se preguntó un periodista hace unos meses.
No cabe duda que por las inmensas chimeneas sale simplemente el vapor de agua que sobra cuando se enfrían los reactores, que cada pastilla de óxido de uranio del tamaño de una aspirina proporciona la misma energía que 700 kg de carbón… Lo que todavía no ha encontrado su sitio son los residuos radiactivos que se forman después de las reacciones. Residuos que en su mayoría hay que almacenar durante decenas o cientos de años en piscinas o ‘cementerios nucleares’ cuyo peligro no es solo el que guarda en si mismo sino en lo que podría convertirse si se utilizasen como armas de guerra -aunque esto está controlado por un organismo dependiente de la ONU (Agencia Internacional de la Energía Atómica)-.
Además de esto, los daños causados por las radiaciones en los organismos vivos ya han sido visibles en varias ocasiones. El peligro de la radiactividad está en función de la dosis y del tiempo de exposición. Desde aumentar el riesgo de cáncer hasta la muerte en casos extremos. El accidente de Chernóbil costó la vida a 31 personas directamente y forzó al gobierno de la Unión Soviética a la evacuación inmediata de 116 000 personas provocando una alarma internacional al detectarse radiactividad en, al menos, 13 países de Europa central y oriental. La fuga de materiales radiactivos y tóxicos fue 500 veces mayor que la liberada por la bomba atómica arrojada en Hiroshima.
Pese a que la situación en la central de Fukushima ha mejorado tras una semana de alarma la situación sigue siendo grave. Según expertos, los gases adheridos a una nube radiactiva tienen una vida media de hasta 30 años perdiendo después la mitad de la carga y así de forma descendente durante 3 siglos. En zonas hasta 60 Km. alrededor de la central se detectan más de 100 milisieverts/h, umbral que incrementa hasta 5% el riesgo de padecer cáncer. El peligro sigue latente, se confía en que la situación mejore a partir de ahora y que el viento no arrastre la nube hasta Tokio pues sería devastador para esta ciudad de 35 millones de habitantes.
El rechazo que sufría la energía nuclear se ha acentuado desde lo ocurrido en la central japonesa. En el mundo muchos países se replantean el uso de esta energía y sobre todo las medidas de seguridad que rodean las plantas nucleares. Importa y mucho dónde estan situadas, quién opera en ellas…
Debido a su ubicación cerca de las costas y ríos por la gran cantidad de agua que necesitan hace que catástrofes naturales como la del tsunami, huracanes o incluso las intensas olas de calor… las haga vulnerables.
Este accidente puede marcar un antes y un después en la energía nuclear. Parece que las energías limpias (solar, eólica, hidráulica) quedan en un segundo plano en este debate aunque deban concentrar nuestra atención.
Los defensores de la energía nuclear volverán a la carga cuando el accidente de Fukushima sea historia.
Paola Romero
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